8 de junio de 2025
Judicial

Desidia judicial

"Nunca pude cerrar esa herida": denunció a un líder budista por abuso en Japón y su causa no prosperó

Ryokyu Nakayama.
Ryokyu Nakayama.

Hace 8 años, Cecilia Califano a Tokio como parte de una peregrinación espiritual. Allí denunció que fue abusada por Ryokyu Nakayama, un influyente monje del templo Nichiren Shoshu de Flores. Intentó denunciarlo, pero le cerraron las puertas.

Cecilia Califano no puede olvidar una de las últimas noche que pasó en Japón. El viaje había sido largo, intenso, emocional. Era 2017 y formaba parte de una comitiva del templo budista Nichiren Shoshu, que viajó desde Buenos Aires a Tokio para una peregrinación espiritual. Pero nada terminó como había imaginado. Esa noche, en un hotel del barrio Shinagawa, denunció que fue abusada por el sacerdote Ryokyu Nakayama, líder de la congregación en Argentina y figura de peso en América Latina.

Sin embargo, su causa nunca prosperó, ni siquiera le permitieron iniciar la denuncia en nuestro país porque la Justicia nacional no tenían competencia para actuar. Tuvo que volver a Japón para intentar que los hechos se investiguen, pero nada sirvió y hoy, siete años después, la herida de Cecilia sigue abierta. “Nunca pude sanar”, aseguró en una charla íntima con Causa Judicial, todavía con el dolor en el pecho.

Nakayama y Califano junto al

Para la mujer, el Ryokyu Nakayama era una persona especial y le tenía una confianza plena, incluso para hablar de su vida privada y contarle cosas que nadie sabía. “Fue mi guía durante doce años. Me cuidaba, me aconsejaba, me hablaba como un padre. Pero esa noche cambió todo”, contó.

Cuando volvió a la Argentina, intentó seguir con su vida, con la rutina. “Pensé que lo iba a hablar, que iba a pedirme disculpas. Pero no. En el templo nadie quería escuchar. Cuando conté lo que pasó, me dijeron que no podía acusar así a una figura tan importante. Me preguntaron si no lo había malinterpretado”, recordó. La acusación no fue tomada por la Justicia argentina: como los hechos ocurrieron en el exterior, “acá no se puede hacer nada”, le repitieron.

En ese momento, Cecilia sintió que no le quedaba nada. La fe, la comunidad, la confianza en la justicia, todo se desmoronó. Fue entonces cuando apareció una red que funciona como sostén para decenas de sobrevivientes en la misma situación: la Red de Sobrevivientes de Abusos Eclesiásticos en Argentina, que la empujó a volver a Japón para hacer la denuncia, pero nada de eso alcanzó.

Red de contención y lucha

Liliana Rodríguez es una de las integrantes históricas de la Red. Acompañó a Cecilia desde el primer momento, no solo como referente sino también como sobreviviente. “Lo que le pasó a Cecilia es más común de lo que se cree. Muchos abusos se dan en el marco de peregrinaciones, viajes de retiro, encuentros espirituales. Hay una relación de poder, de subordinación, que es aprovechada por los abusadores”, explica.

Según cuenta Liliana, apenas escuchó el relato de Cecilia, supo que había algo más. “Estaba devastada. Muy sola. Aislada. Pero lo que más nos preocupaba era el nivel de revictimización. En el templo le dijeron que no hable, que inventaba cosas. Que iba a destruir una comunidad entera con sus palabras. Esa culpa no le pertenece a ella, le pertenece al abusador y a quienes lo encubren”.

Alguien puede pensar que Padilla lo hizo solo una vez?” – Plan B Noticias

La Red de Sobrevivientes es una organización autogestiva, sin vínculos con el Estado ni con ningún culto religioso. Funciona desde hace más de 10 años y acompaña a víctimas de distintas creencias: católicas, evangélicas, budistas y testigos de Jehová, entre otras. “Nuestro trabajo es escuchar, contener, asesorar legalmente y dar herramientas para salir del aislamiento. Porque eso es lo primero que hacen las instituciones: aislar”, señala Liliana.

Y agrega: “Muchas veces no se puede avanzar judicialmente, pero el primer paso es romper el silencio. Lo que le pasó a Cecilia en Japón fue una violación. Pero lo que le pasó en Argentina fue abandono, encubrimiento y revictimización”.

El silencio como doctrina

Cecilia cuenta que los primeros meses posteriores al supuesto abuso fueron confusos. “Volvía al templo, como en automático. En parte porque no quería aceptar lo que había pasado. En parte porque me sentía culpable. Cuando empecé a hablar, las respuestas eran siempre las mismas: que me lo había imaginado, que estaba exagerando, que iba a hacerle daño a mucha gente si seguía diciendo eso”.

Durante mucho tiempo se preguntó si valía la pena seguir. “Estuve al borde. Pero hablar con Liliana, con otras mujeres que pasaron cosas parecidas, me ayudó. Fue la primera vez que me creyeron”, dijo, con lágrimas en los ojos.

Liliana asegura que estas estrategias de silenciamiento se repiten en todas las estructuras de poder religioso. “No importa si es un cura, un pastor o un monje budista. Siempre hay una comunidad dispuesta a defender al abusador y a mirar para otro lado. Se los protege porque ‘traen luz’, ‘hacen el bien’, ‘no hay pruebas’. La víctima es convertida en la culpable”, denuncia.

Una deuda pendiente

Cecilia intentó hacer la denuncia penal, pero no prosperó. “Los hechos ocurrieron en Japón. No tenemos jurisdicción”, le explicaron en la Fiscalía. El templo, mientras tanto, nunca dio explicaciones públicas. Nakayama siguió en funciones un tiempo más y luego se fue de Argentina. Nadie sabe dónde está. La organización budista Nichiren Shoshu no respondió los llamados de este medio.

“Es muy duro saber que no hay nada que hacer. Que la justicia argentina no puede intervenir. Pero eso no quiere decir que no pasó. Pasó. A mí me destruyó. Lo que quiero es que no se olvide”, dice Cecilia.

Para Liliana, el caso de Cecilia revela una deuda enorme del Estado: “Cuando se habla de abusos eclesiásticos, pensamos en la Iglesia Católica. Pero hay otras religiones, otros grupos, que no están bajo el mismo escrutinio. El Estado tiene que tener herramientas para proteger a las víctimas, incluso si el delito ocurrió afuera”.

Mientras tanto, Cecilia sigue adelante. Volvió a estudiar, trabaja como cocinera y se convirtió en una voz activa dentro del colectivo. “No voy a dejar que lo que me pasó quede en el olvido. Si no lo puedo denunciar, lo voy a contar. Porque esto no me pasó solo a mí. Y no quiero que le pase a nadie más”.

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