14 de agosto de 2022
Policiales

Cambios

¿Muerto, preso o al acecho? A 9 años, aún buscan al "Violador de Villa Urquiza"

El inicialmente bautizado "Violador de Villa Urquiza" -aunque su zona de acción fue diversa- no volvió a actuar desde el 28 de agosto de 2013.
El inicialmente bautizado "Violador de Villa Urquiza" -aunque su zona de acción fue diversa- no volvió a actuar desde el 28 de agosto de 2013.

Omnipotente, solitario, con capacidad de planificación, manipulador, con poco poder en sus relaciones amorosas y laborales, de clase media baja y con experiencia en el delito. Así, según su perfil criminalístico, es el violador serial que atacó al menos a nueve mujeres en cuatro meses del 2013 y que, desde hace 9 años está identificado genéticamente y su ADN es actualmente cotejado con cada uno de los perfiles que ingresan al Registro Nacional de Datos Genéticos (RNDG).

El inicialmente bautizado "Violador de Villa Urquiza" -aunque su zona de acción fue diversa- no volvió a actuar desde el 28 de agosto de 2013. Al menos no bajo los mismos patrones. Eso hace creer a los investigadores que ya podría haber fallecido, estar detenido por otro delito -por el cual no se coteja su ADN- o al acecho.

Con 45 o 50 años por entonces, el agresor sexual operó siempre bajo un mismo patrón: elegía a sus víctimas entre empleadas jóvenes adultas de comercios u oficinas situados sobre alguna avenida porteña, estudiaba la zona y antes de atacar entraba al lugar para realizar alguna pregunta y prometía regresar luego a concretar la operación.

Al momento de cometer los ataques, siempre por la mañana o a primera hora de la tarde, exhibía un arma de fuego, llevaba a su víctima hasta un sitio fuera de la vista de terceros y abusaba sexualmente de ellas sin golpearlas ni insultarlas ni ejercer otro tipo de violencia más que la sexual.

Luego, se apoderaba de dinero o de objetos de valor, y para asegurar su fuga dejaba a las mujeres semidesnudas o encerradas o colocaba obstáculos que las demorara en salir a pedir auxilio.

Este atacante, sin embargo, dejó sus rastros genéticos -semen- en siete de los nueve abusos, lo que permitió conectar todos esos hechos con un mismo autor. En los restantes dos casos, no dejó ADN, aunque su modus operandi y las descripciones de las víctimas fueron indubitables respecto a que se estaba ante el mismo agresor.

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